parasha, judaismo, jukat

Shalom estimados:

La parashá de esta semana contiene un episodio muy importante. Es incuestionable que nuestros aciertos o errores, están relacionados con nuestros hechos, con nuestras decisiones.

Sí, ya sé que en este mundo hipócrita e inmoral, nadie reconoce sus errores. Como mucho, se dimite del cargo, pero el beneficio ya se lo lleva el infractor.

Con el Eterno, con su Torá, no ocurre de esta forma.

Leamos Números 20:1-5.

Mucho se ha escrito del episodio de la «roca», y la verdad que no muy bueno.  Déjenme reflexionar  sobre los tres actores:

 * Moshé.

 * El pueblo.

 * La roca.

Primero hablaré de la roca.  Poco se puede decir de una roca:

En geología se le denomina roca a la asociación de uno o varios minerales, sin forma geométrica determinada, como resultado de un proceso geológico definido.

Las rocas están sometidas a continuos cambios por las acciones de los agentes geológicos, según un ciclo cerrado (el ciclo de las rocas), llamado ciclo litológico, en el cual intervienen incluso los seres vivos.

Las rocas están constituidas en general como mezclas heterogéneas de diversos materiales homogéneos y cristalinos, es decir, minerales. Las rocas poliminerálicas están formadas por granos o cristales de varias especies mineralógicas y las rocas monominerálicas, están constituidas por granos o cristales de un mismo mineral. Las rocas suelen ser materiales duros, pero también pueden ser blandas, como ocurre en el caso de las rocas arcillosas o arenosas.

Pero en el relato de lo que aconteció en el desierto de Zin, es el Dío quien se constituye en el agente «litológico». Podemos extraer de este texto, que el Eterno puede hacer que lo que carece de vida, se transforma en sustentador de ella (el agua).

Algo inhóspito, y con poca utilidad, se transforma en dador de vida.

Y es que el Eterno lo cambia todo: lo muerto en vida, lo inútil en indispensable, el esclavo en libre, el pastor en rey. Hace lo que quiere conforme a su «propósito perfecto».

Ahora hablaré de Moshé:

Se le recriminó (a Moshé) que no tuviese fe: «por cuanto no creíste en mí» (20:12) «he’emantem»: ser fiel.

Moshé no fue fiel a lo que el Eterno le ordenó.

«Qué importante siempre ha sido esta cuestión».

El Tanaj está lleno de ejemplos de desobediencia del hombre, de enmiendas a la «totalidad o la parcialidad». De «ayuditas al Eterno». De doctrinas inventadas por conveniencia práctica. ¡Qué terrible expectativa de juicio!.

Pero observemos, que no se trata de creerle, sino de obedecerle. Eso es lo que han traducido en algunas versiones:

«Confiasteis en mi» (Clie).

«no creísteis en mi» (R-V 95).

«no haber creído en mi» (Peshita).

«no me creísteis capaz» (Serafin de Ausejo).

Emuná significa firmeza, fiel, fidelidad, leal. Es el femenino de Emun, que se traduce como establecido, confiable, confiabilidad, fiel, verdad, verdadero.

Por eso, una persona que no se ciñe a la Palabra del Eterno, no es confiable para el Dío. Podrá ser un líder carismático y seguirle cientos o miles, pero es sólo un «estafador religioso».

Por último hablaré del pueblo:

Es cierto que en el relato la piedra no se ciñe a su papel.

Es cierto que Moshé tampoco se ciñe a su papel.

Es cierto que el pueblo tampoco se ciñe a lo que se esperaba de él.

No había agua y se amotinaron contra Moshé y Aarón. (Una vez más).

En el texto masorético aparece la palabra «Lú» (partícula condicional) «Lu» se deriva de «Lo», que es la palabra básica de negación. En este caso, es la negación de lo que el Eterno (a través de Moshé) ha hecho.

Y ellos siguieron protestando:

No hay simientes.

No hay higueras.

No hay viñas.

No hay granados.

Ni siquiera hay agua.

Somos testigos de una rebelión, ¿por qué causa?

¡Cuestión de prioridades!

No coincidían las prioridades del pueblo con las del Eterno. Y de forma análoga a la piedra (aunque al revés), ellos debiendo dar vida, arrojan muerte por sus bocas.

Si nuestras prioridades no están organizadas de forma correcta, jamás seremos bendecidos por el Eterno. Nos puede ir bien (humanamente hablando), pero no tendremos el favor del Eterno.

Las prioridades son el factor fundamental en el mundo laboral, en nuestras relaciones afectivas, y en el llamado “mundo espiritual”.

Si nuestras prioridades no cambian, la bendición no llega.

Algunos esperan que el Eterno se muestre con bendición, pero el  Eterno también espera algo: que nosotros coloquemos nuestras prioridades en su orden (el orden de Él).

Ciertamente el Eterno dio agua, pero el nombre que se le dio para siempre fue «meribá» (rencilla). La rebelión es su significado. Rebelión del pueblo, rebelión de Moshé.

Cuidado, todo acto en contra de la voluntad del Eterno es rebelión.

Sólo esta afirmación debería hacernos temblar.

Finalizo con esta reflexión: Si acomodamos nuestra prioridades (nuestra forma de vivir) a los designios del Eterno, todo nos irá mejor, pero sobre todo: Tendremos paz, esa shalom que solicitamos cada Shabbat, y que sólo Él puede dar.


Berajot.


R. Mijael Sofer, PhD.