parasha, judaismo, Matot

Shalom estimados:

La parashá de esta semana tiene una gran enseñanza para los tiempos en que vivimos. Me estoy refiriendo al capítulo 30 de Números. Hay un dicho que recoge: si tu palabra es buena, tú eres bueno; también hay otra que tiene mayor peso, es la de: Tú vales lo que vale tu palabra.

Hoy en día, en la sociedad en que vivimos, esta afirmación se manifiesta como un sinsentido.

Esta porción de la Torá recoge la importancia de una palabra dada, de un voto al Eterno. La palabra es “Néder” y proviene de “Nadar”, y se traduce como hacer una promesa o juramento al Eterno.

Y aunque el texto en cuestión, habla del voto de la mujer dependiente (debemos tener en cuenta el contexto histórico y cultural), también se refiere a la que está liberada de la dependencia de padre o marido. En definitiva, la palabra de la mujer tiene la misma trascendencia y obligación que la de un hombre.

Parece mentira, que en el 2022, tenga que estar escribiendo esto, pero la verdad  es que hay algunos maestros religiosos que se empeñan en presentar a la mujer como un ser inferior, o subordinada al hombre.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar hoy.

¡Cuán importante es la palabra dada! Y nosotros somos el pueblo que sabe de forma vivencial esto.

¿Cuántas veces el Eterno nos ha reclamado la obediencia de lo que prometimos?

Me refiero a “Naase Venishmá”. Somos el pueblo, el único, que se comprometió con el Dío en un pacto eterno. El único que se comprometió y el único que lo ha incumplido multitud de veces.

La Torá esté llena de amonestaciones de los profetas. Ellos denunciaron, en multitud  de ocasiones, nuestro comportamiento desobediente y rebelde. El mismo Moshé antes de morir, nos advirtió sobre apartarnos de la Torá.

Somos el único pueblo que empeñó su palabra al Eterno y la ha roto miles de veces. De tal manera, que el judaísmo “oficial” sigue doctrinas inventadas en Sura y no la revelación del Sinaí.

¿Aprenderemos alguna vez que la “palabra” habla de lo que somos, y de quiénes somos?

¿No nos damos cuenta, que el Eterno, cuando habla algo se cumple inevitablemente? ¿Qué toda la creación es el resultado de su palabra ejecutándose?

¿Cuándo nosotros, los judíos, tendremos una palabra inquebrantable, sin artimañas, sin tretas, sin subterfugios?

Si no somos capaces de cumplir nuestra palabra a los hombres, cómo la vamos a cumplir con el Dío?

Hemos visto en la parashá anterior el poder que tuvieron en nosotros los pechos y las piernas de las mujeres moabitas. Pero lo verdaderamente trágico fue la actitud de los principales del pueblo, que acabaron ahorcados por su idolatría.

No olvidemos nunca el peso que tiene la palabra dada, al Eterno y a nuestro semejante, sea judío o no. Debemos ser reflejo de la santidad del Dío, y eso solo se consigue con una palabra inquebrantable.

Una palabra que va acompañada de hechos, sin los cuales no vale nada.

He escuchado muchas veces las expresiones: somos familia, nada nos separará, jamás dejaré la Comunidad, y quedaron en nada.

He contemplado muchas veces, demasiadas, como la palabra dada por algunos, no vale nada.

Meditemos.

 

Rab. Mijael Sofer, PhD.