El 31 de marzo, recordamos un momento de la historia que marcó un punto de inflexión para el pueblo judío y el mundo entero. En recuerdo a nuestros antepasados judíos que habitaron en este territorio y a su aportación a la cultura española, cada año celebramos una festividad ambientada en la época. Vamos a hacer un breve un recorrido histórico sobre el acontecimiento que en este día recordamos:
En Edad Media la península Ibérica estaba formada por diferentes reinos. La época que precedió al reinado de los Reyes Católicos estuvo marcada por grandes de dificultades para los judíos. A raíz del año 1391, año en el que se produjo la gran matanza en los reinos hispánicos contra judíos, muchos abandonaron ya el solar ibérico. Nuestra presencia como judíos en Sefarad hacía peligrar la fe de los cristianos, se argumentaba, poniendo los cimientos para la expulsión. Las primeras conversiones en masa se produjeron en este año, iniciándose una persecución generalizada contra las juderías, que acabó en la muerte de miles de judíos y el saqueo e incendio de las juderías de Castilla, Aragón, Valencia y Andalucía, sin olvidar Extremadura. Por otro lado la peste negra y la guerra civil entre Pedro I y su medio hermano Enrique de Trastámara hicieron que el antisemitismo aumentara rápidamente. Las disposiciones papales dirigidas contra los judíos jugaron un papel muy importante. A ello se suman las acusaciones de crímenes rituales, los llamados líbelos de sangre, las leyendas antisemitas que culpaban de la propagación de la peste y el envenenamiento de fuentes y pozos. Todo esto no puede aislarse del contexto europeo (Inglaterra, Francia y algunos otros territorios centroeuropeos habían puesto en marcha la eliminación de cualquier disidencia religiosa). La intolerancia religiosa con la ideología dominante quería extirparnos del mundo.
Ante esta situación una terrible máquina burocrática llegó a funcionar contra la herejía (judaizantes). El establecimiento de la inquisición (un tribunal eclesiástico) y la posterior expulsión fueron medidas discriminatorias. El objetivo era mantener la fe católica y evitar que los cristianos nuevos (o conversos) volvieran a sus antiguas creencias. El tribunal estaría encargado de examinar las acusaciones contra los judaizantes.
La inquisición se remonta al año 1232, por mandato del Papa Gregorio IX en el Reino de Aragón y bajo el reinado de Jaime I el Conquistador. De manera posterior el Papa Sixto IV, establece la creación del “Santo Oficio” en el Reino de Castilla el 11 de Febrero de 1482. La convivencia se había hecho cada vez más difícil.
Los reyes católicos se encontraban con el dilema de cómo asegurar la unidad religiosa. Isabel de castilla, una católica fanática, había mostrado rechazo a los judíos. Fernando de Aragón, nieto de judía, no habían mostrado antipatía contra los judíos. La decisión de los Reyes Católicos se inclinó al clamor de ciertos sectores el pueblo y del clero. La inquisición sólo se ocupaba de los que habían recibido el bautismo. La lucha contra los falsos conversos parecía exigir la desaparición del judaísmo en la Península.
El año del final de la Reconquista y del descubrimiento de América fue también el de la expulsión de aquellos judíos no dispuestos a convertirse. Con todo, los reyes no estaban dispuestos a renunciar a los buenos servicios que podían prestarle los judíos. Isabel y Fernando, los Reyes católicos, estuvieron rodeados de conversos y judíos. Don Isaac Abrabanel y Don Abraham Senior se ocuparon del abastecimiento y la administración de los ejércitos regios en una ocasión tan relevante como la guerra de Granada. Abraham Senior, Meir Melamed y D. Ishac Abrabanel intentaron negociar con los reyes ofreciéndoles grandes sumas de dinero, pero fracasaron.
El 31 de marzo de 1492 los reyes Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón decretaron la expulsión de los judíos de sus reinos. El decreto de expulsión ordenaba: ‘’salir a todos los judíos y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos ni a alguno de ellos’’. Se nos concedió un plazo de 4 meses para el cumplimiento de dicha decisión. Se nos trató de manera injusta prohibiéndonos sacar oro plata o cualquier otro tipo de mercancías.
Muchos optaron por la conversión, como el caso de Abraham Senior (rabino mayor de castilla), quien pasó a llamarse Fernán Núñez Coronel bautizándose en una solemne ceremonia, a la que asistieron los propios reyes católicos. Muchos judíos de alto nivel siguieron este ejemplo y prefirieron la conversión al exilio.
El 31 de julio de 1492 fuel el último día que los judíos como tales pasaron en España.
Diáspora y los que se quedaron en Sefarad (conversos)
En consecuencia se produjo el éxodo masivo de la población judía hacia distintos destinos, en prácticamente toda Europa e incluso algunos lugares de América (no españoles). En el momento de la expulsión las vías de salida fueron, por el norte: Navarra y el sur de Francia; y por el oeste: Portugal, huyendo muchos de ellos posteriormente a los Países Bajos; y por otro lado, se encontraba la vía sur hacia el norte de África y el levante; hacia Italia, los Balcanes y el oriente mediterráneo.
La mayoría se dirigieron hacia Portugal, pero su estancia allí sólo se prolongó cinco años, ya que en 1497 se les obligaba a bautizarse. Muchos judíos marcharon a Portugal, otros se encaminaron a Navarra, de donde serían expulsados en 1498.
En Portugal, en la frontera, se les cobró a cambio de un permiso de residencia de ocho meses. El rey Juan II prometió proporcionarles barcos para abandonar el país, pero incumplió su palabra e incluso vendió como esclavos a los que no podían pagar su estancia. Tras el ascenso al trono de Manuel I, que se casó con Isabel de Aragón (hija de los reyes católicos) se obligó a los judíos a su conversión, originando una nueva diáspora y muchas conversiones que terminaron en un exilio con la llegada de la inquisición.
En Navarra, al cabo del tiempo el último monarca navarro, Juan III, cedió las posesiones a los Reyes Católicos y se decretó a su vez la expulsión. La mayoría se convirtió al cristianismo, otros huyeron en dirección a Francia, fundamentalmente hacia Bayona.
La presencia de conversos judaizantes (llamados también despectivamente «marranos») en los reinos peninsulares pervivió durante siglos y fue duramente perseguida por la Inquisición en los siglos XVI y XVII, lo cual provocó a su vez la huída de los conversos de la península, volviendo al judaísmo, uniéndose a las comunidades de la diáspora sefardí.
Tuvimos que pagar altos costes para embarcar hacia el norte de África, hacia algunas ciudades italianas o hacia el entonces Imperio otomano, que abarcaba lo que hoy son Turquía, Grecia, los actuales países balcánicos, Oriente Medio y buena parte del norte de África.
El germen de las comunidades sefardíes occidentales fueron conversos portugueses y españoles que, en los siglos XVI y XVII (décadas y generaciones después de la conversión), aún seguían aferrados al judaísmo y habían conservado a escondidas, por transmisión oral, creencias, prácticas y ritos judíos, aunque cada vez más alejados del judaísmo normativo. Amberes (Bélgica) era un importante puerto comercial en el que desde principios del siglo XVI se asentaron mercaderes de la nación portuguesa. Algunos utilizaron también Amberes como punto de partida para pasar a Italia, a Salónica o a otras ciudades comerciales del Imperio otomano, donde podían volver abiertamente al judaísmo.
Sin duda, la comunidad sefardí más importante en los países de Europa occidental fue la de Amsterdam, hasta el punto de que ha llegado a ser llamada «la Jerusalén del Norte». La comunidad de Bayona (Francia) fue, como la de Burdeos, enlazaba a los conversos peninsulares y la comunidad de Amsterdam, aunque la cercanía a España hacía que estuviesen continuamente vigilados por la Inquisición española.
Consecuencias
En Sefarad como judíos tuvimos nuestro propio espacio en las ciudades: como artesanos, comerciantes, financieros, pero también desarrollamos nuestra ciencia y literatura, con los estudios religiosos y nuestra cultura, basada en tradiciones antiguas. Hasta que en 1492 el edicto de los Reyes católicos nos obligó a abandonar la tierra de nuestras padres. Muchos partieron hacia una nueva diáspora, pero otros muchos se quedaron aquí, convertidos a la fuerza al cristianismo.
Aportes culturales
Pero los judíos a quienes tocó vivir aquel terrible acontecimiento, los cuales habían heredado de sus mayores un pleno arraigo en las culturas hispánicas, no abandonaron del todo el ambiente cultural en el que habían vivido ni su más noble manifestación, que es la lengua: el ladino o judeoespañol. Durante siglos la comunidad sefardí se ha servido de esta lengua como medio de comunicación y también de creación literaria, y es este aspecto de perduración de una lengua en su desarrollo autónomo no ha dejado de ser hispánica.
Hay una serie de elementos que conforman la identidad sefardí. Entre los más relevantes serían los de tipo geográfico (con su origen en la Península Ibérica), lingüístico (el uso del ladino en todas sus variantes) y el folclórico (el uso de antiguos proverbios y melodías y canciones de España y Portugal). El folklore sefardí es un folklore vivo, que se ha ido transformando a los largo de los siglos, enriqueciéndose con la influencia de las culturas donde se desarrolla, manteniendo durante estos cinco siglos, la lengua con la que partió de Sefarad.
Algunos ritos sefardíes están relacionados con los alimentos del Shabat y festividades. Cada fiesta lleva consigo toda una liturgia de comidas y ayunos, además de las oraciones. La belleza que rodeaba la mesa de nuestros antepasados queda reflejada en la comida española actual.
Muchos alimentos vegetales como los puerros, las alcachofas y el hinojo los utilizaron los judíos y más tarde los adoptaron otros. La adafina de garbanzos (típico cocido madrileño actual) era elaborado con carne de cordero. Se elaboraba durante la noche del viernes y se comía durante el Shabat. Era un cocido muy popular a comienzos del siglo XV en la cocina sefardí, y de esta forma se pueden encontrar numerosas referencias literarias españolas de la época. Los ingredientes debían ser casher de acuerdo con las normas judaicas con ingredientes como las alubias, arroz y la carne de cordero.
Nuestra cultura hebrea en España tiene milenios de historia. Durante la Edad Media, los judíos constituyeron una próspera comunidad. Nos quedan restos visibles como juderías, sinagogas y restos arqueológicos que hoy en día se pueden visitar. Las juderías catalanas y baleares reciben el nombre de “call”, que significa calle pequeña o callejón. Esta denominación es la que se utiliza para referirse a las juderías de Barcelona y Palma de Mallorca, en las que la presencia hebrea fue muy significativa.
Retorno
La II Guerra Mundial provocó la desaparición de comunidades sefardíes tradicionales de los Balcanes, esquilmadas por el Holocausto, y la emigración masiva de los supervivientes a países de Europa y América. Tras el final de la Guerra se fundaría el Estado de Israel en 1948. En 1968 se reconoció finalmente la derogación del edicto de expulsión de los Reyes Católicos y la vida judía se desarrolla, especialmente a partir de la promulgación de la nueva Constitución Española.
En la actualidad, los judíos estamos plenamente integrados en la realidad española e Israel constituye la única democracia de Oriente Medio.
En una época ‘’oscura’’ fuimos injusta e ilegalmente expulsados de Sefarad. Esta es nuestra historia, somos descendientes de los judíos obligados a convertirse forzosamente y llamados anusim en hebreo. Hoy seis siglos después, seguimos teniendo y reclamando nuestra raíz cultural sefardí en nuestra Comunidad Shema Sefarad que se inspira en este legado y está firmemente anclada en la Toráh.