Shalom estimados
Estamos en momentos difíciles, muy difíciles. Pero la verdad es que siempre ha sido así. Sólo tenemos que mirar un poco en la historia para ver que es el estado normal del hombre. La guerra, la muerte, el odio, el robo, todo lo malo y lo peor, es lo habitual en el hombre. ¿Por qué es esto?.
La respuesta está en la parashá de esta semana. Si alguno piensa que lo contenido en el Tanaj es leyenda, es invento o es cosa para viejas o niños, es un necio. El bien y el mal están en lucha, porque hasatán nos odia, nos odia a muerte porque somos los portadores de la verdad del Eterno: La Torá.
Veamos algunas enseñanzas de vida.
Hasta que Adonay creó al hombre, todo era bueno, había un equilibrio perfecto (1:25). Ya no había vaciedad y ausencia de orden (1:2)
En un principio no había pecado, no había consciencia de pecado. No había maldad en la creación, seguía habiendo armonía y santidad.
Incluso la desnudez, que tanto nos avergüenza hoy en día, era el estado natural.
La desobediencia trajo el mal en todas nuestras áreas de vida.
Fue entonces que valoramos la desnudez con la que el Eterno nos creó, como algo vergonzoso y buscamos enmendar lo que el Eterno había hecho. Los animales no tienen esa percepción.
Desde entonces, el ser humano se cree más listo, más sabio que Adonay en todos los aspectos.
Nunca olvides esto: Nuestra sabiduría es la consecuencia de la desobediencia a Adonay.
No estoy diciendo que vivamos desnudos, nada de eso.
En ese momento aprendimos algo que nos acompaña hasta el día de hoy: la excusa.
Es algo genuino y característico del ser humano: La serpiente.., la mujer que me diste…
También aprendimos el miedo, y que la desobediencia tiene consecuencias: la expulsión.
También aprendimos algo del “pionero” Caín: la ira, la amargura, la concupiscencia, el rencor, el desprecio al hermano y el asesinato.
También el Eterno nos enseñó algo: La relación causa/efecto: (4:7)
“Si obras bien, ¿no serás enaltecido?, pero si obras mal: la consecuencia del pecado está a las puertas.”
Hay una frase de Caín, la frase que representa de forma absoluta lo que había en su corazón, la maldad absoluta de su mente perversa:
“¿Acaso soy yo guardián de mi hermano”
Y ahora, miles de años después, esta frase se ha convertido es una forma de examinar nuestra calidad de creyente, la madera de la que estamos hechos, la forma en que reflejamos la palabra del Eterno en nuestra vida.
¿Somos guardianes de nuestro hermano? La respuesta que demos (no de palabra, sino de hechos) será lo que nos califique, la que revele qué clase de compromiso tenemos con el Eterno y con nuestros hermanos.
Quizás revele que en nosotros hay una relación egoísta: te has hecho seguidor de una religión porque crees que así conseguirás tus intereses personales (muchísima gente es religiosa por ese motivo).
O buscas aquello de lo que crees que careces.
O llenar un vacío en tu vida: de conocimiento, de diversión o de amistades.
Aquella expresión de Caín sea ha manifestado en la forma de ser de muchos religiosos. Pero es la expresión de alguien que está alejado de la voluntad divina. ¿Somos guardián de nuestro hermano? . SIN LUGAR A DUDAS.
El odio al hermano está a un milímetro del desprecio. El desprecio está a un milímetro de la indolencia, la indolencia a un milímetro de la justificación. Y todo esto a millones de kilómetros de la voluntad divina.
De tal manera que Yeshúa lo pone como la señal inequívoca de sus discípulos.
Por eso al hermano hay que amarlo: Cuidarle, perdonarle, mimarle, socorrerle, ayudarle, valorarle, levantarle, ser paciente con él, respetarle, no juzgarle, ni condenarle. Hacerle sentir bien, escucharle, y todo aquello que creas que es positivo para su vida.
He visto religiosos que jamás llamaban a sus hermanos, ni siquiera cuando estaban enfermos, no los socorrían en sus dificultades, y juzgaban a todos.
Todo lo sabían, pero sus hechos decían que no habían aprendido nada.
Esta porción es muy significativa, llena de mensajes sublimes. Pero el mensaje que tiene la capacidad de ayudarte, de transformar tu vida, haciéndote un verdadero “temeroso de Adonay”, un autentico seguidor de Yeshúa, es ser “GUARDÍAN DE TU HERMANO”.
Las Escrituras están llenas de modelos de conducta, unas buenas o muy buenas, y otras malas o muy malas.
Escojamos aquello que nos enriquezca como personas, que nos engrandezca como pueblo de Adonay.
Mirad los videos de estos días: unos grabando cómo matan y se ríen. En cambio, otros gastando su dinero en comida y agua para los soldados. Saliendo a las carreteras, pagando los billetes de avión (miles de dólares). Jamás siendo equidistantes. Debemos mirar la maldad del mundo y el daño al hermano, como si fuera el nuestro propio.
Algunos creen que los demás siempre son inferiores, ellos más listos, más sabios o mejores. Pero eso es satánico.
Si eso hacemos, tenemos el “espíritu de Caín”, en vez del espíritu de santidad.
¿Somos el guardián de nuestro hermano? SIEMPRE.
Debemos ser un pueblo: Siempre.
Bendecimos a Israel: Siempre.
No aprendamos a escudarnos en la falsedad. No imitemos las excusas de los pecadores. No despreciemos (o menospreciemos) jamás a los hermanos.
Lo que nos hace únicos, no es lo que sabemos, sino lo que vivimos.
Vivamos como hijos de Elohim, como lo que somos.
Shalom.
Rav. Mijael Sofer PhD.