Shalom estimados

La porción de esta semana contiene una historia que se sale de lo que podríamos denominar normal. Está centrada en Abimelec, rey de Gerar. Normalmente tomamos como referentes de integridad, o de justicia a los patriarcas. Pero la porción de hoy nos habla de este hombre y de la lección que podemos sacar de él.

¿Es la religiosidad garantía de ser honrado?, sabemos que no. Llevamos miles de años sufriendo los embates de hombres religiosos. Hombres que han defendido su religión como la única verdadera, religión de amor y paz. Pero lo cierto es que la religiosidad puede llevar al hombre a convertirse en un monstruo asesino y depravado.

¡Cuántas historias podríamos contar de la época medieval! Historias de masacres, de ahogamientos en masa, de cientos de judíos despeñados, asesinatos de niños y mujeres. Aun hoy en día nos encontramos a religiosos fanáticos escondidos detrás de una careta de víctimas, pero con el deseo de exterminar a todos los judíos del mundo, empezando desde el rio hasta el mar.

La religión no es garante de nada, y menos si se presentan como representantes de una religión de paz.

Abimelec no era familia de Abraham, no era parte del plan de Adonay, pero nos deja una lección.

Debemos tener una mente abierta para ser sensibles y poder identificar la integridad de nuestros semejantes.

Abimelec les dio una lección a nuestros patriarcas, a Abraham y Sara. El fue más veraz, más integro y temeroso del Eterno que ellos mismos.

En esta historia Abraham y Sara son nuestros padres, ciertamente, pero Abimelec debe ser nuestro maestro.

Seamos íntegros en nuestro proceder. Si Adonay conocía el corazón de Abimelec y lo juzga, siendo un goy; cuanto más a nosotros que somos descendientes de aquel que fue elegido para ser el precursor de una nación de sacerdotes, un pueblo santo.

Meditemos en ello.

¡Shalom!

R. Mijael Sofer PhD