parashá, judaísmo, ajarei mot

Shalom estimados lectores

 

La porción tradicional de la Toráh, de esta semana, tiene una premisa importante que no debemos pasar por alto.

Comienza el relato recordándonos que los hijos de Aarón habían fallecido (Levítico 10:1-3). Debemos hacer un poco de esfuerzo y recordar lo sucedido: Ellos ofrecieron un sacrificio no ordenado, realizaron un rito profano.

 Ahora nos encontramos con que Adonay, aún reciente la muerte de sus hijos, le instruye a Aarón sobre la forma en que debe hacer las cosas. Una vez concluida toda la lectura, entendemos que se está refiriendo a Yom ha Kipurim, al día de las Expiaciones (o reconciliaciones). Pero no sólo es esta porción la que nos habla de una forma «apropiada» de hacer las cosas, también en el cap. 17 es manifestada la forma en que el pueblo llano debe ofrecer sacrificios.

De estos dos capítulos podemos extraer, con una actitud grave y profunda, que:

No vale cualquier cosa que nosotros decidamos con respecto al Dío, ni siquiera podemos argumentar que lo hacemos con devoción.

Adonay es rey, Adonay reina, Adonay reinará por siempre jamás, esa frase repetimos en cada servicio de shabbat. Él es el soberano y nosotros sólo su pueblo, un pueblo llamado a ser obediente y sumiso.

Desgraciadamente el pueblo del Eterno se ha rebelado multitud de veces contra la Palabra del Dío. Somos testigos de cómo cada año, en las fechas descritas en esta porción (séptimo mes, día 10) y en la fiesta ordenada por el Eterno, se sacrifican millones de gallináceas, en el sacrificio llamado de la kapará.

¿Acaso no vemos el paralelismo con lo que hicieron Nadav y Aviú? ¿Acaso no han leído nunca Levítico 17:3-4?  ¿No saben que sólo se puede ofrecer sacrificio donde el Eterno ha dicho, de la forma que Él ha dicho y con los animales que Él ha dicho? ¿Por qué esa obstinación en pecar contra el Eterno?

Llega Pésaj, y algunos hoy en día, vuelven a argumentar lo mismo: la práctica de nuestras apetencias, nuestros gustos.

Me refiero al lugar que ocupan los mandamientos del Eterno en nuestras vidas, cuando anteponemos a la voluntad del Eterno, nuestra voluntad. ¡Yo es que soy vegetariano!, me han dicho en varias ocasiones personas que se excusaban de comer carne en Pésaj. ¿Y si hubieses salido de Egipto hace 3500 años, te excusarías de sacrificar al Dío de Israel?: ¡Perdona que te interrumpa, Moshé, es que yo soy de la protectora de animales! O, ¡No como animales ni nada que proceda de ellos, porque soy vegano!

Ciertamente, podemos tomar muchas decisiones, tenemos voluntad propia. Pero seamos conscientes de que en estas cuestiones y en todas las que antepongamos nuestra voluntad sobre los mandatos del Eterno, tendremos que rendir cuentas sin excusa.

No vale lo que tú valores como bueno o malo.

No es correcto que tú creas ser el dueño de tu vida.

No tienes capacidad para organizar tu vida.

No tenemos esa potestad.

Podrás hacer lo que te apetezca, pero no ignores que si ninguneas o infravaloras la palabra de Adonay, tendrás que dar cuenta al Soberano del Cielo y la Tierra.

 

¡Buena Semana!

R. Mijael Sofer.