parasha, judaismo, bejukotai

Shalom estimados lectores

La parashá de esta semana es muy larga, larguísima. En escritura es breve, sólo del capítulo 26:3 al 27:34, pero el tiempo del desarrollo de su contenido, es extremadamente largo.

Nos habla del pasado, más de dos mil años atrás, pero también del presente. Esta es la porción que no sólo se puede leer, sino también ver.

Es una parashá visual, contundentemente visual.

Cuando observamos Jerusalem desde el Monte de los Olivos, podemos ver el contenido de esta porción de Levítico, más vigente que nunca.

Un texto profético hasta la última coma, si es que el hebreo tuviese comas.

Desgraciadamente, tanto cristianos, como los judíos nos olvidamos del contenido de esta porción y de quién es el que proclamó esta sentencia tan contundente.

¿Cuándo llegará el día en que los descendientes de Yacob, y los gentiles, vean que esta palabra del Eterno está relacionada con ellos?

Israel no percibe que la razón de sus males y sus angustias, sea por el juicio divino, sino por cuestiones de geoestrategia.

Ven el Templo destruido, pero no lo relacionan con  Vaykrá 26:32-33, sino con el general Tito. Sabemos que llevamos esparcidos por todo el mundo más de 2000 años y no lo relacionamos con 26:33, sino con la maldad de los goym.

¿Acaso no somos el pueblo del Libro?, refiriéndonos al Tanaj. Somos el pueblo que ha resucitado un idioma milenario, pero nuestra capacidad de comprensión lectora es muy deficiente.

Israel, mis hermanos, cumplamos lo recogido del 26:40 al 43. Atesoremos la Palabra del Eterno, porque sólo en ella está nuestra bendición, nuestro éxito.

Estamos viendo cómo las Naciones Unidas, están unidas contra Israel, como siempre ha sido, no es nada nuevo.

Nuestra unión es con Aquél que nos sacó de Egipto para ser una nación consagrada a su Nombre. Nuestra bendición (éxito), y nuestra paz, están vinculadas con lo recogido en 26:46.

¡Oh, quién diera que atesorásemos esto en nuestro corazón!

No lo olvidemos.

Am Israel Jai.

Shalom.

R. Mijael Sofer