¿Por qué soy judío de esta manera?

Quisiera con este modesto artículo ayudar a algunos a comprender cuál es la razón que me movió a escoger este “camino” dentro del judaísmo y no otro (léase ortodoxo, conservador o reformado).

Han sido varias las razones, pero quiero hacer énfasis en la que yo creo que es la más importante: la llamaré el temor al Eterno.

Los que me conocen personalmente conocen mi pasado y mi trayectoria “espiritual”, pero quizás a alguno de ellos y de otros muchos, que no me conocen, tengan grandes dudas de el por qué “esta opción y no otra”.

Para mí el judaísmo no es solamente un pasado histórico familiar (que lo es), no es una religión (que lo es), y tampoco es sólo una forma de pensamiento o de vida (que lo es). Para mí lo es todo a la vez, no pudiendo separar un aspecto de otro. Es imposible.

Pero por encima de todas estas cuestiones prima de manera absoluta el Temor al Eterno. Entiendo que, por encima de mi pasado familiar, por encima de doctrinas religiosas establecidas por hombres, y por encima de una forma de vida resultante de la historia y de la religión debe destacar de manera incuestionable e indubitable, el Temor al Eterno.

¿Descalifico, por tanto, las otras formas de judaísmo? La respuesta a esta cuestión es dada por cada una de ellas en su concepción de “su judaísmo” y la respuesta a este dada por el todo poderoso a su “vida y obras”.

¿Por qué digo esto?, pues es muy sencillo. En el Tanaj se recoge de una manera prístina que los actos del pueblo de Israel (léase judío) tienen una repercusión clara en cuanto a la mano del Eterno sobre ellos: bendición o juicio.

Tal es así, que quedó recogido en el relato de unos de los momentos más solemnes de la historia de Israel: la dedicación del Templo por el rey Salomón. Leemos:

1ª de Reyes 9

Cuando Salomón hubo acabado la obra de la casa de Adonay, y la casa real, y todo lo que Salomón quiso hacer:

    2 Adonay apareció a Salomón la segunda vez, como le había aparecido en Gabaón.

    3 Y le dijo Adonay: Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta Casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días.

    4 Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos,

    5 yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel.

    6 Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis;

    7 yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos;

    8 y esta casa, que estaba en estima, cualquiera que pase por ella se asombrará, y se burlará, y dirá: ¿Por qué ha hecho así Adonay a esta tierra y a esta casa?

    9 Y dirán: Por cuanto dejaron a Adonay su Dios, que había sacado a sus padres de tierra de Egipto, y echaron mano a dioses ajenos, y los adoraron y los sirvieron; por eso ha traído Adonay sobre ellos todo este mal.

Hemos leído lo que el Eterno le habló a Salomón como advertencia de lo que pasaría. Ha pasado… y ¿Cuál ha sido la excusa del judaísmo rabínico?: los gentiles que son muy malos (malísimos), son los que han destruido esta Casa y nos han causado todo este mal durante siglos.

Quiero hacer referencia en este punto a una anécdota que me contó mi esposa en una ocasión. En el colegio donde trabaja hay una niña que está muy bien enseñada (o ha aprendido muy bien la forma de ejecutar su autodefensa). Cuando alguien le llama por su nombre con un tono de voz característico, ella responde de forma automática “yo no he sido, ha sido este/a”, señalando como si de un resorte se tratase al primer niño/a que esté a su lado. Esta es la táctica que el judío talmúdico (rabínico) ha desarrollado durante siglos: “todo lo que me pasa es porque los otros me odian, yo soy bueno, y tan bueno que el Eterno me escogió, por eso me odian. “¡Llevan toda la vida persiguiéndome, malos, que son malos!”. Y esto es sencillamente lo mismo que hace la niña referida. ¿Yo?, yo no: ese ha sido.

Pero déjame leerte lo que dice el Tanaj.

2 Crónicas 7:14

14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

    15 Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar;

    16 porque ahora he elegido y santificado esta Casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre.

    17 Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos,

    18 yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel.

    19 Más si vosotros os volviereis, y dejareis mis estatutos y mandamientos que he puesto delante de vosotros, y fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis,

    20 yo os arrancaré de mi tierra que os he dado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la arrojaré de mi presencia, y la pondré por burla y escarnio de todos los pueblos.

    Una vez más se recoge la referida amonestación sobre la Casa (el Templo) y su destrucción.

Nunca es relacionado el “infortunio de Israel” con la maldad imperante en el mundo circundante. Sino que está relacionado “siempre” con su fidelidad al Eterno y su voluntad. Leamos Éxodo 19: 5, Y un texto relacionado: Éxodo 32.

Esta cuestión es fundamental para entender por qué no es válida otra opción de judaísmo.

Shalom.