Todos sabemos que Sefarad es España, no es que sea una traducción hebrea del nombre del país, Sefarad viene a significar “la tierra más alejada de Israel”. Por historiadores varios, se ha mantenido que los primeros hebreos aparecieron en la península Ibérica sobre el siglo V AEC. Lo que supone en la práctica, que su estancia en estas tierras fue de 2000 años aproximadamente. Siendo el pueblo más antiguo y arraigado en estas bellas tierras.

En honor a la verdad, intentaré arrancar y desechar los tópicos referentes a Sefarad, los judíos y la inquisición.  El Santo Oficio (Inquisición), fue establecido en primer lugar en el Reino de Aragón. Es un error hablar de España ya que en aquella época la península Ibérica estaba formada por diferentes reinos: el Reino de Portugal, de Castilla, de Aragón, Navarra, León, etc. La inquisición aparece por tanto en el año 1232, por mandato del Papa Gregorio IX, y la fundó el dominico Ramón de Peñafort en el ya mencionado Reino de Aragón y bajo el reinado de Jaime I el Conquistador. Posteriormente el Papa Sixto IV, en una bula fechada en el 11 de febrero de 1482, establece la creación del “Santo Oficio” en el Reino de Castilla.

Originalmente la Inquisición tenía como misión investigar (inquisición = investigación) a todos aquellos elementos que podían ser un peligro para la fe católica. Es por eso que en un principio no persiguieron ni molestaron a las comunidades judías (en contra de lo que se cree). Sus objetivos eran aquellos que se habían convertido (judíos y musulmanes), pero en secreto mantenían sus tradiciones, liturgia y fe. Entre las medidas que adoptó el Santo oficio, estaba el prohibir la relación de todo aquel que se había “convertido” con sus antiguos correligionarios (judíos). Debemos reconocer que las “conversiones” se producen por presiones y masacres del populacho, que, siendo arengado desde los púlpitos católicos, asaltaban las aljamas con un odio totalmente irracional. Las primeras conversiones en masa se produjeron en el 1391. El Arcediano de Écija inició una persecución generalizada contra las juderías, que acabó con la vida de miles de judíos y la conversión de juderías enteras y por tanto su desaparición. Toledo, Valencia, Zaragoza y Madrid vieron desaparecer o menguar en gran manera sus comunidades. Como ejemplo, la Comunidad de Valencia sufrió tal asalto que no quedó restos de la aljama, muchos fueron muertos y los que quedaron con vida, se disgregaron entre los habitantes católicos o musulmanes ocultando su judeidad y perdiendo su identidad cultural y religiosa.

Pero muchos otros siguieron fieles a la fe de sus mayores, aunque sólo duró la tregua 100 años, pues en 1492 se produjo el fatal desenlace. Es necesario decir que no se fueron todos, se estima que salieron 70.000 y que, de ellos, 50.000 eran de Castilla (datos del congreso internacional sobre la expulsión y sus consecuencias). Pero otros muchos se quedaron: aquellos que ya estaban hartos de huir, los que tenían posesiones y no las querían perder (que eran los más). Los judíos tenían prohibido llevar consigo oro, plata o piedras preciosas. Los cementerios, sinagogas y demás bienes públicos de las aljamas, fueron confiscados y declarados del Tesoro Real. Fue dado un plazo de 4 meses para liquidar los bienes y abandonar el Reino de la España unificada bajo los Reyes Católicos. Ante esta situación se intentó una revocación del edicto de expulsión, por lo que Abraham Senior, Meir Melamed y D. Ishac Abrabanel (y hasta se dice que Alfonso de la Caballería), intentaron negociar con los reyes ofreciéndoles grandes sumas de dinero, pero fracasaron. De los que optaron por partir, es de reseñar Ishac Abrabanel, aunque él recibió autorización de sacar hasta 1000 ducados de oro y joyas por el puerto de Valencia como pago a sus servicios a la corona.

Aquí comienza la historia errante de los Sefardíes o Sefarditas. De los que se quedaron, unos se integraron en la sociedad intransigente y despótica de los Reyes Católicos (España está llena de Anusím = Forzados). Otros, pasados unos años, decidieron volver a la fe de sus padres, lo que pagaron con sus vidas. A estos últimos se les conoció con el término despectivo de “marranos”, término que personalmente no soy partidario de utilizar, dado el carácter dañino de tal expresión.

 Los españoles son una amalgama de pueblos y culturas. Si todos estos episodios han ocurrido, ha sido, es y será, por la nefasta y criminal influencia doctrinal de la Iglesia de Roma. Aun hoy se siguen utilizando refranes y chascarrillos como el famoso “que tiro de la manta” o el “que te den morcilla” que fueron amenazas despectivas que se hacían a los sospechosos de ser judíos. De conversos, judíos y cripto-judíos, se llenó el pasaje de los barcos para el Nuevo Mundo. El mejor camino que podía escoger un converso para escapar de la persecución inquisitorial, era hacerse clérigo o exagerar su comportamiento. Otra vía, reservada sólo a las familias principales, era contraer matrimonio con la aristocracia: la abuela de Fernando el Católico fue judía. Otro dato de destacar es el siguiente: Dª. Inés Fernández Estévez era hija de un capitán de la guardia real, convertido de judío. De ella tuvo el rey Juan I de Portugal a D. Álvaro, Duque de Berganza, que casó con Dª. Beatriz Pereira. De este matrimonio procedían los reyes de Castilla, los de Francia, el Emperador, el Duque de Saboya, de Mantua, de Florencia, el de Baviera, el de Medina Sidonia, el de Lerma, el de Escalona y muchos más. Es notoria por tanto la sangre judía en la nobleza y en la aristocracia española. Entre el pueblo llano se perdió la memoria histórica de los conversos. Son pocos aquí en Sefarad, los que conocen su origen judío. Aunque hay excepciones, como en el pueblo de Hervás (de donde se decía “en Hervás judíos los más”), allí son de destacar la calle del rabilero, de la sinagoga, de la moral, sorprendentes son las enormes “magen David” que adornan el suelo de la entrada al barrio judío.

El decreto de expulsión fue revocado en 1968 con la ley de libertad religiosa de España. Desde su expulsión hasta hoy, los descendientes de aquellos españoles se asentaron en lugares tan dispares como Marruecos, Holanda, Italia, Turquía, Yugoslavia, Reino Unido, Grecia, Rumania, Bulgaria, etc. Un dato de la historia que es para valorar, es que cuando estalló la guerra de Bosnia Herzegovina, la comunidad sefardí escribió al rey de España solicitando ser repatriados, pues ellos eran súbditos del rey de España, … y algunos regresaron a su amada Sefarad


Pero otras rutas que tomaron los expulsos, tenían como destino otros países más distantes y distintos: todos los países del recién “colonizado” continente. Conocidas son las listas de los pasajeros de los viajes de Colón y su gran número de judíos conversos (o cripto-judíos) hasta el 90% de la tripulación. Conocidos son los apellidos Castellano, Toledo o Toledano, Castillo y muchos más de claro origen judío.

Muchos de aquellos que desde siempre han tenido un sentimiento de amor y admiración por el pueblo judío, están descubriendo su verdadero origen y están entrando en un proceso de vuelta a sus raíces, de aquellas que abandonaron por la fuerza. Y lo están haciendo con la plenitud que da el Mesías de Israel, Yeshúa haMasiaj.

 
Mijael Sofer