¡Shalom!

El texto de la parashá de esta semana contiene una sentencia del Eterno:

.-«Habla a los sacerdotes, hijos de Aarón, y diles que no se contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo. NVI

La palabra a tener en cuenta es TAMÉ: contaminado en sentido litúrgico o ceremonial. También se traduce como corromper, envilecer o profanar. Hay otras palabras que se derivan de esta: Tumá y Tamá.

Vemos que la situación que se crea, en este caso, no es que esas personas se hiciesen inmundas o se contaminasen. Sino que al quebrantar el mandato, se inhabilitaban para el servicio en el Tabernáculo. Todos los demás podían tocar un cadáver, o se les permitía prácticas sociales determinadas, o elecciones amorosas, pero el cohen no tenía permitida tal práctica.

Es por tanto una cuestión relacionada con el servicio a Adonay.

Lo que la porción de hoy aborda, es:

Diles: no podéis ser Tamé, pues tenéis encomendado el servicio en el Templo.

¿Pero, qué es Tamé para nosotros?

Veamos un hecho histórico recogido en Matitiahu 15 y que plasma, de una manera perfecta, lo que es Tamé y lo que no es Tamé. Es decir, qué es lo que nos hace «impuros o contaminados» a los ojos de los hombres y para el Eterno.

Aconsejo leer Mateo 15:1-20.

¿Qué nos contamina? Vemos un caso recurrente en los hombres religiosos. Son tan religiosos, tan fieles, tan leales a Adonay (supuestamente), que amplían, supervisan y perfeccionan la Torá. Suplementan los mandamientos, con prácticas y creencias que ellos consideran más elevadas y perfectas, corrigiendo lo que Adonay ha mandado.

A la verdad, parece que así se tiene más prestancia y que uno es más espiritual.

Ritos, canciones, tonos, músicas, luces, etc., es lo que algunos entienden como verdadero exponente de la espiritualidad y la santidad. Y es un terrible error.

¿Qué nos inhabilita ante el Eterno? Aderezar la Torá, condimentar la Torá, maquillar de una forma grotesca y profana,  la Voluntad Divina.

Quiero dejar algo claro, que quebrantar la Torá es pecado.

Quebrantar las tradiciones: NO ES PECADO, no te hace pagano, ni irreverente, ni rebelde, ni carnal. Sólo te hace más exigente y cuidadoso con la Palabra de Adonay.

Nosotros somos un alma viviente (una mente que interactúa con su medio). Lo que sale de nuestra mente y penetra en otra mente, eso nos puede contaminar a los ojos del Eterno. La comida va al estomago, luego al intestino y luego a la red de alcantarillado.

Por eso nos contamina: la palabra, la letra. Porque es la expresión de la mente humana.

¿Qué es lo que nos inhabilita, o nos hace Tamé?:

Anular la voluntad divina imponiendo principios y normas que el hombre diseña, y cree superiores al dictado del Eterno.

Esta práctica está relacionada con la egolatría (yo soy mi dios).

Con la soberbia, el egoísmo, la avaricia y la mentira.

Todo empieza en la mente, con  malos pensamientos. Por tanto, tengamos cuidado con lo que pensamos. Se empieza por un pensamiento, se anhela, y se convierte en acción.

Eso es lo que nos hace Tamé, anular al Eterno anteponiendo nuestros intereses.

Y eso lo llevan haciendo determinados religiosos por miles de años. Pasan todo el día buscando tretas para retorcer la Palabra del Dío y colocarse ellos en su lugar.

Eso nos lleva a discernir, que habrá muchos religiosos que tendrán peor juicio que los ateos o paganos.

Quiero dejar un pensamiento: Varias veces me han preguntado: ¿Cómo es que la Biblia dice que David tenía el corazón conforme a la voluntad del Eterno, habiendo adulterado con Betsabé?

1ªSamuel 13:14 /  Hechos 13:22.

Y es que algunos se preocupan más en la superficialidad religiosa, que las profundidades del Eterno. Creen que es mucho más grave que una mujer lleve una falda corta, que anular los mandamientos del Eterno, «y no estoy justificando, ni dando doctrina sobre las faldas o pantalones». Sólo que les preocupa más los pecados pequeños, que las enormes idolatrías del hombre.

Curiosamente, en esos pecados “terribles”, siempre tienen un papel estelar las mujeres. Nunca son ellos mismos los autores de las grandes aberraciones.

El Eterno, siempre ha de ser lo principal, es decir: la obediencia a sus mandamientos.

Podremos ser muy religiosos, pero la ausencia de temor reverente, nos hace Tamé.

No lo olvidemos

 

Rav. Mijael Sofer PhD