Torah

Como judíos, tenemos fiestas muy importantes ordenadas por Adonay a su pueblo. Fiestas que carecen de algarabía, de regocijo y alegría fácil. En verdad es todo lo contrario. Son celebraciones donde ha de predominar el recogimiento, la alabanza, la meditación, el arrepentimiento. Es lógico pensar esto, si en verdad creemos que no hay ser humano que no peque y que sea santo.

Son días cargados de rituales llenos de espiritualidad y de profundo significado. Ciertamente no es percibido así por aquellos que se jactan al decir que la liturgia es la manifestación de la religiosidad muerta. Pobres, no saben de lo que hablan y lo juzgan de forma absoluta. No es de extrañar, son personas que catalogan de verdad indudable lo que ellos creen, y lo que no comprenden o no logran entender, como falsedad y mentira.

Son personas que cimientan su “vida religiosa” en los sentimientos. Por eso quiero meditar sobre este aspecto tan contrario a la enseñanza de la Toráh.

Todos debemos buscar:

            *Elevación espiritual

            *Satisfacción interior

            *Experiencia emocional

            *Entendimiento.

Todos debemos alejarnos de:

            *Monotonía religiosa

            *mecanicismo

            *Falta de interés

            *Desconocimiento.

Estos ocho principios afectan a todos los religiosos del mundo, sea cual sea su creencia.

Para adquirir unos y desechar otros, debemos tener una actitud correcta:

  • De búsqueda.
  • De involucración y concentración (hasta lo más pequeño puede estar lleno de contenido.
  • De conocimiento (hacer preguntas y hallar respuestas).

Son miles o millones los que creen que la espontaneidad en la religión, trae aparejada la espiritualidad. No es cierto.

La espontaneidad sólo lleva aparejada individualidad (cada uno se expresa como bien le parece), comprensión personal e individualizada y propia voluntad (sólo tú sabes por qué haces o dices tal cosa).

La liturgia trae aparejada la colectividad (la comunidad se expresa siguiendo unos patrones comunes para todos) comprensión colectiva y obediencia corporativa.

Ante esto decir: El sentimiento no es exclusivo de una forma y ausente de la otra.

El sentimiento lo ponemos nosotros:

* Al encender una vela.

* Al recitar el Kadish.

* Al recitar la Shemá.

* Al inclinarse o ponerse de pie.

Tú decides en qué pones todos tus sentidos revistiéndolo de importancia, de excelencia y de profundidad.

Ciertamente para valorar algo, hemos de conocer su utilidad, su origen o su finalidad última.

“Por eso es muy importante el conocimiento, el estudio y la meditación”

Si no valoras algo, no tendrá valor para ti, pero eso no significa que sea algo desechable. Millones de personas arrojarían a la basura una copa de miles de años, aunque su valor sea de millones de euros.

¿Cómo diferenciar los sonidos del Shofar de otros cualquiera?

¿Cómo ser inspirado por una melodía?

¿Cómo ser removido interiormente por un aroma?

“Involúcrate, entérate, siente lo que haces”

En Nehemías 6:3-6 encontramos una cita a lo menos reveladora:

Yo hago una obra y no puedo ir”. Los demás quizás no entiendan lo que haces, y en su maldad o prejuicios, tuercen lo que haces y lo que significa. Pero, aunque sea juntar cascotes, debes constituirlo en tu meta y tu objetivo a corto plazo.

Los sentimientos pueden engañarnos. Sólo tienes que recordar los sentimientos de Elías en el Monte de Horeb (1ª Reyes 19:9-18).

Tengamos minucioso cuidado en poner nuestros cimientos en la obediencia de la Torah y después sentimientos en nuestra adoración y alabanza. Y no al revés: sentimiento en nuestra alabanza y adoración, sin colocar la obediencia en primer lugar.

Pues si así hacemos, creeremos que no necesitamos la Toráh para “sentir su bendición en nuestras vidas”.

Shalom.