¡Ha llegado el tiempo de recordar Pesaj! Para algunos es la fiesta por excelencia. La fiesta de nuestra liberación para la inmensa mayoría de los judíos del mundo y también la fiesta que recuerda la liberación de los judíos para el cristianismo.

Para unos somos parte de esa historia, pues Pesaj ha de enfocarse como si nosotros mismos hubiéramos salido en ese evento único e irrepetible (como las demás fiestas históricas). Para otros es un suceso que se mira de lejos, pues creen que su fe es inmensamente superior a la nuestra y está obsoleta (qué pena).

Ciertamente Pesaj nos habla de la liberación de la esclavitud de Egipto. Esclavitud real, física pero también espiritual y moral. Salida y liberación recordada y revivida con una gran colección de ritos, cánticos, comidas y símbolos.

Pero si en Pesaj sólo percibiésemos la trascendencia de la liberación, seriamos como esos necios que desconocen lo importante de la vida.

El ser humano tiene un gran problema (y en el judío no es pequeño) el egocentrismo. Por si alguno no sabe lo que significa de una manera clara:

Exagerada exaltación de la propia personalidadhasta considerarla comocentro de la atención y actividad generales.

El estadio inicial del ser humano es de un profundo egocentrismo, una total indiferencia entre lo que él es y lo que no es. El egocentrismo aparece en todas las etapas del ser humano, la superación del egocentrismo va unida a la aparición de un nuevo tipo de persona.

Cuando alguien no ha superado ese “problema” tiende a pensar que todo gira en torno a él.

Que su percepción de la realidad, es la correcta y aún más: la verdad absoluta.

No ejerce (es incapaz) el ser crítico consigo mismo.

En el plano religioso es poseedor de la doctrina y la verdad absoluta, siendo (algunos) conocedores profundos de los misterios del Eterno.

Y en lo que nos atañe a nosotros: como judíos “los amos de la verdad, el pueblo elegido, los dueños de la Torá, el pueblo del Eterno (único).

Y esto es verdad y es mentira. ¿Sabéis por qué?, porque toda verdad tiene sus condicionantes.

Nosotros no somos amos de la verdad, sino siervos de ella. Sus custodios y trasmisores.

Nosotros somos el pueblo elegido, cierto, pero debemos saber para qué hemos sido elegidos.

Nosotros no somos dueños de la Torá, sino que ella es nuestra guía y forma de vida. Por tanto, no está supeditada a nosotros, sino nosotros a ella.

Y nosotros somos el pueblo del Eterno, con la condición que Él sea nuestro Dío.

Como podemos ver siempre hay condicionantes.

En ese egocentrismo, del que no estamos exentos, percibimos Pesaj como la fiesta de nuestra liberación, y eso no es exactamente así.

El centro de Pesaj, el objetivo de Pesaj, la razón de Pesaj, no era la liberación de esclavos. En ese caso, el Eterno podía haberlo hecho con otro colectivo y en otros muchos momentos de la historia de la humanidad.

Sí, es cierto que vio nuestra aflicción:

Éxodo 4:31 “El pueblo creyó, y al oír que el Eterno se ocupaba de los hijos de Israel, y había visto su aflicción, hicieron reverencia y se postraron.”

6:7 “Os tomaré por mi pueblo y seré para vosotros por Elohim; y sabréis que yo soy el Eterno vuestro Elohim, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios.

Nadie puede negar esta afirmación que el Eterno dijo he izo.

Pero si nosotros como pueblo nos quedásemos únicamente en esta afirmación, caeríamos en el egocentrismo infantil en que calló el fariseísmo durante siglos (y casi dos milenios).

No era el objetivo de Adonay ser libertador de oprimidos (para eso ya tenemos a los Marines de EEUU), NO. La liberación fue un medio, no un fin en sí mismo.

Veamos por qué digo esto:

19:4-6 “Vosotros mismos visteis lo que hice a los egipcios, y como os levanté sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, entonces vosotros seréis objeto de mi predilección entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa.”

La liberación tuvo como objetivo un bien mayor. No sólo para Israel, para las trece tribus (Efraím y Manases), sino para toda la humanidad.

Por eso, cuando recibimos un bien del Eterno, bien sea como pueblo o como ben Elohim, debemos preguntarnos ¿qué quiere Adonay de mí? ¿Para qué hace esto en mi vida?

Pues nosotros no somos el centro del amor y del pensamiento del Dío, sino solo siervos en su plan perfecto.

Por eso este tiempo, no es el tiempo de nuestra liberación como pueblo. Sino el tiempo en que el Eterno tuvo misericordia de TODA la humanidad y para ello nos liberó de la esclavitud, nos dio la Torá y nos llamó a ser un reino de sacerdotes y nación santa. (mamleket kohanim vegoi kadosh).

Si perdemos esta verdad tan palpable de vista, entonces seremos unos religiosos egocentristas, más preocupados en nuestras condecoraciones autoimpuestas, que en servir bien a nuestro Elohim. Nos consideraremos superiores a los demás, mientras la ira del Eterno está sobre nosotros. Seremos jactanciosos y nos enorgulleceremos de nuestro privilegio, sin darnos cuenta que como dijo el mesías: el Padre levanta hijos hasta de las piedras.


Que Adonay nos de sabiduría para saber quiénes somos y lo que espera de nosotros. ¡Amén!


Rabino Mijael Sofer