Shalom estimados
La Parashá de esta semana nos abre la puerta a muchas reflexiones. Algunas son de una gran importancia.
Quiero reflexionar sobre dos personas que aparecen en esta porción de la Torá. La existencia de las dos fue un problema para Abraham. Con una de ellas comienza la porción, con la otra cierra. La presencia de las dos en la vida de Abraham fue el resultado de su desobediencia, de sus errores, y de su falta de confianza. Lo cierto es que Abraham es el paradigma de persona destinada a tener una grandísima bendición, pero sus hechos son una traba constante a que ésta se cumpla.
Comienza el relato con el llamamiento a Abram por Adonay y las órdenes recibidas:
- Vete de tu tierra.
- De tu parentela
- De la casa de tu padre
- A la tierra que te mostraré.
Pero si leemos el texto, veremos claramente que él no obedeció el mandato divino. Y esto le acarreó serios problemas.
Salió de su tierra, pero no llegó a la tierra de Canaán, se quedó en Harán, ¿por qué?
El mandato específico era:
Vete de tu parentela.
Vete de la casa de tu padre.
La parentela son los parientes de una persona, Abram desobedeció llevando con él a su sobrino Lot.
La casa de su padre era el hogar paterno, relativo a su padre. Desobedeció y se llevó a su padre con él.
Su padre falleció en Harán, fue entonces cuando entró en la tierra que el Eterno daría a sus descendientes.
Taré era un impedimento para la bendición del Eterno. He visto en multitud de ocasiones a personas temerosas que no valoran lo que el Eterno les demanda, porque ellos estiman que no tiene importancia, que no es para tanto. Las consecuencias son terribles para sus vidas.
En cambio, Lot le acompañó y fue la causa de muchos problemas en su vida y para el pueblo de Israel.
El otro personaje al que me he referido, es Ismael, fruto de la desobediencia, de no confiar en el Eterno. ¡Qué ciegos somos cuando no vemos lo que el Eterno quiere hacer en nosotros y la forma en que quiere hacerlo!
Las decisiones de Abraham tienen consecuencias hasta el día de hoy.
Aprendamos de su ejemplo. De los errores ajenos. Aprendamos a obedecer, a confiar y a esperar los tiempos del Eterno en nuestra vida.
R. Mijael Sofer. PhD