Shalom estimados,
La porción de esta semana es Nóaj. Es una de esas porciones que han dado a lugar a una literatura ingente. No sólo literatura, también películas de entretenimiento y religiosas. Es tan impactante el relato, que ha producido un efecto ya muy conocido: nos deslumbra lo secundario y pasamos por alto el verdadero mensaje.
Nos centramos en el famoso arca, en los grupos de animales, en su catalogación de limpios o sucios (o como lo hayan traducido), en los días del diluvio, en el cuervo y la paloma, En la destrucción de la humanidad impía y malvada, etc.
Pero nos olvidamos de un factor muy importante que está recogido en el primer versículo de la parashá:
“Estos son los descendientes de Nóaj. Nóaj era varón justo, recto en su forma de vida. Con Elohim caminó Nóaj.”
El Texto es claro: Nóaj era un tzadik, un justo. Justo y recto ante los ojos de Adonay. Seguro que sus contemporáneos no lo veían de esta misma manera, pero eso no importaba. Nunca es importante cómo te ven los hombres, ni siquiera los religiosos. Sólo es importante cómo te ve el Eterno.
Por eso es tan importante tu nivel de obediencia a la Torá (en estos días), porque la vara de medir nuestra rectitud, nuestra calidad de tzadik, es con el cumplimiento de la voluntad del Eterno, recogida en la Torá quenos fue dada en el Sinaí.
Tan importante es esa rectitud ante Adonay, que es lo que nos proporciona que el Eterno nos acompañe en nuestro vivir diario.
“Con Elohim caminó Nóaj”, porque él era justo y recto. Pero no sólo es importante que Adonay estuvo a su lado en su vivir diario, en el momento de ejecutarse el juicio divino a un mundo depravado, eso fue lo que le proveyó de un billete a la salvación del juicio. A él y a sus descendientes. No somos conscientes de lo trascendente que puede ser nuestra fidelidad al Eterno para nuestros semejantes.
En este relato, las consecuencias no son lo importante, sino la actitud de Nóaj en su vida diaria.
Que seamos coherentes con el ejemplo de Nóaj, que seamos fieles al Eterno, que no nos dejemos deslumbrar por esta sociedad, ni engañar por religiosos que aparentan ser piadosos de una manera hipócrita.
Seamos justos y rectos. Que la Torá sea nuestra forma de vida.
Rab. Mijael Sofer PhD.