Shalom estimados:

Las preguntas son una herramienta necesaria en nuestras vidas.  Con ellas descubrimos muchas realidades que pasarían desapercibidas. Estamos en este momento de nuestra vida por una pregunta, quizás no nos dimos cuenta, pero el estar aquí surgió con una pregunta. 

Quizás estábamos en otro lugar, o en ninguno, pero una pregunta surgió en nuestra mente: ¿Es este el lugar el apropiado? O ¿Qué quieres tú de mí, Señor?

Yo tengo una petición constante al Eterno: muéstrame tu voluntad. Esa es la línea de pensamiento que dirige todo lo que hago, todo lo que soy y todo lo que he dejado atrás.

Porque caminar por las sendas del Eterno exige dejar atrás una vida de desobediencia, de impiedad y de error.

La porción de esta semana tiene varios contenidos impactantes:

  • Leemos de los Nazir.
  • De la sospecha de infidelidad.
  • De la milicia, etc.

Quiero reflexionar sobre una serie de valores, principios y forma de vida, que son necesarios si queremos ser pueblo del Eterno. Tenemos una incesante lucha: el Yo frente al Eterno. Nuestra voluntad frente a la voluntad del Eterno.

Si analizamos al hombre de hoy en día, podemos identificar una personalidad egocéntrica y narcisista. El yo, como máxima expresión de la corrección absoluta. Nos dicen que la forma correcta de la sociedad es la voluntad popular.

Pero las leyes las dictan los políticos, y deciden lo correcto y lo incorrecto.

Que la libertad es una meta absoluta, pero todos estamos al servicio del poder.

Esto lo enseñan en los colegios, institutos, universidades.

Esto es una falacia. Nadie circula por el carril que él ha decidido y con sus normas. Un músico en una orquesta, por muy bueno que sea, no toca lo que a él le apetece. Y un soldado, por muy experto y fuerte que sea, no hace la guerra a su capricho.

La porción de esta semana nos transmite una enseñanza:

Nosotros somos el pueblo que desea conocer la voluntad del Eterno y la base para conseguirlo es con:

  • Consagración, Jerarquía, estructuras.
  • Formas, órdenes, responsabilidad.
  • Uniformidad, normas, consecuencias.

Somos un pueblo de orden, de ley, de obediencia. Lo contrario es anarquía. La anarquía es todo lo contrario a la voluntad del Eterno.

Un levita,  de cualquier familia,  servía toda su vida al Eterno.

Somos milicia, militares del Eterno, ejército de Adonay.

No olvidéis que nuestros deseos batallan (pelean) contra la voluntad divina. Esto es un axioma.

Un militar, de cualquier ejército, necesita disciplina: es el nexo de unión, es la receta del éxito.

Nosotros debemos ser discípulos (sometidos a disciplina) del Mesías.

Todo el pueblo fue organizado con esta premisa: sin disciplina no habríamos existido ni un solo día.

¡Señor, hazme conocer tu voluntad, haznos conocer tu voluntad!

Shalom!

Rab. Mijael Sofer PhD.