parashá, judaismo, tazria

Shalom estimados lectores: 

La parashá de esta semana se ocupa casi en su totalidad de las leyes de tzaraat, que en ocasiones, aquejaba a personas que habían violado ciertas leyes del Eterno. Para que una persona fuese diagnosticada con tzaraat, era imprescindible que un cohén la identificase como tal y la declarase como tzaraat. Mientras un cohen no  la declarase como tal, no era tzaraat y no se le aplicaban las leyes de tzaraat.

Sabemos, por tanto, que sólo un cohén debía diagnosticar si alguien poseía tzaraat. ¿Qué sucedía cuando la persona que tenía algunas llagas, que podían ser tzaraat, era también un cohén? ¿Podía él mismo diagnosticar su mal como tzaraat? Al fin y al cabo, él conocía las leyes relativas a tzaraat y podía identificar sus llagas como tzaraat.

La respuesta es NO. Un cohen debía valorar las llagas ajenas, pero no las propias. Es decir, si la persona tenía tzaraat y era un cohén, necesitaba ir a otro cohén para que éste declarara si su llaga era de tzaraat o no.

El mensaje es bastante claro: Cualquiera de nosotros es capaz de ver con claridad los males y defectos ajenos, pero es incapaz de ver objetivamente los defectos propios.

La enseñanza del Mashiaj contenida en Mateo 7:3-5, recoge:

¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo?, o ¿cómo dirás a tu hermano: deja que saque la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Es muy fácil juzgar, pero no debemos hacerlo. No juzguéis: no nos constituyamos en jueces del hermano.

Si lo haces, el baremo que utilices se te aplicará de forma proporcional, seremos responsables de nuestro juicio en nosotros mismos.

¿Quieres juzgar? juzga tu vida, tus actos, tus pensamientos, tus omisiones, tus pecados, tus injusticias. Lo pequeño y lo grande. Las apariencias y las realidades, lo subjetivo y lo objetivo, la franqueza y las tretas. Júzgate a ti mismo, para poder depurar tu vida, para mejorarte. Seamos buenos jueces, pero de nosotros mismos.

Y cuando no nos quede más remedio que emitir una valoración, piensa en tus propios errores. Piensa en lo benevolente que eres contigo mismo. Y si no has sacado tu viga, lo que hay en tu vida; sé igual de exigente con tu hermano. Ejecuta la rigurosidad que te aplicas a ti, en los demás.

Tristemente he visto, muchas veces, ser más condescendiente con los alejados en la fe, que con el hermano.

He visto muchas veces, ser un juez implacable con aquel que debemos amar, y condescendiente con el pagano, el profano y el pecador.

Debemos ser reflejo de la misericordia del Eterno, en los que están a nuestro lado.

Con ellos más que con nadie, pues a todos debemos amar. Y si te ofende tu hermano, ve y bésale (literalmente).

No pagues nunca con la misma moneda, sino como Adonay te paga a ti.

Con «rajem»: misericordia, bondad y paciencia.

Nunca seamos de los que ven a distancias infinitas, los minúsculos defectos del prójimo, y las enormes  estacas propias no son ni intuidas.

Meditemos.

Rab. Mijael Sofer Phd.