No hay nada más terrible para el ser humano que el error. Por un error podemos perder una amistad de años, por un error podemos perder la salvación, por un error puedes matar a una persona, por un error puedes desviarte del Eterno o apartarte de los ajim (hermanos).
Los errores ocupan un lugar muy importante en la historia del ser humano, sus consecuencias pueden ser impredecibles y casi siempre afectan a otros de forma dolorosa. Pero también pueden causarnos daños de una forma irreparable. Hemos celebrado Pesaj, y para algunos, percibo que ha sido como una cena de amigos, y eso es un error. Pesaj es la conmemoración de la salida de Egipto y del sacrificio del Mashiaj, esa cena, no otro ritual, no otra fiesta. Nosotros cenamos con esos dos símbolos, no os equivoquéis.
Error y pecado son lo mismo en la Torá del Señor.
¿Quién no ha leído alguna vez sobre este pasaje tan enigmático de los hijos de Aarón?
¿Quién no se ha quedado sorprendido de las consecuencias de algo que parece insignificante?
Pero es incuestionable que no puede ser insignificante por las consecuencias que acarrea.
¿Qué es lo que pasó? ¿Qué hicieron?
«Números» recoge el recuento de todos los israelitas y por tanto también de los sacerdotes. Se contabilizan las tribus, las casas paternas, y también los miembros numéricos. Llegados al cap. 3 nos encontramos con los sacerdotes, y que estos dos hijos de Aarón murieron sin dejar descendencia, por lo que el sacerdocio recae sobre los dos hijos restantes: Eleazar e Itamar.
El relato más descriptivo lo encontramos en Lev.10
Pero quiero deciros lo que el judaísmo fariseo enseña:
Escena: Después de esperar ilusionados durante 7 días una señal del cielo de que su duro trabajo había sido aceptado y sus transgresiones expiadas, el pueblo judío finalmente obtuvo su señal. Una llama bajó del cielo y consumió las ofrendas animales en el altar. La gente se sobrecogió con temor y cayeron sobre sus rostros.
“¡Pero Nadav, mi querido hermano, no tenemos permiso para entrar al Santo Sanctorum!”, protestó Avihu.
“¿Acaso no ves?”, respondió Nadav, “el fuego divino sólo consumió a la ofrenda animal – pero, ¿qué pasó con el incienso? Obviamente depende de nosotros. ¡No podemos sentarnos a esperar que ocurran milagros!”.
Avihu estuvo totalmente de acuerdo. Y sugirió que se mojaran los labios con un poco de vino, “para estar de un ánimo alegre para servir a Dios adecuadamente”.
Su hermano agregó: “No te olvides que siendo los hijos mayores de Aarón, somos la próxima generación de líderes judíos. No puedo esperar a que el tío Moshé y nuestro padre Aarón se retiren ¡para que podamos mostrarle al pueblo judío el significado de la santidad!”
A pesar que estos hermanos eran grandes hombres, ellos se sobreestimaron. Ellos no debieron haber decidido sobre un tema tan importante sin consultar primero con Moshé. Además, ellos nunca se casaron, pensando que eso iba a disminuir su habilidad de conectarse con lo espiritual.
La Torá se refiere a este conjunto de equivocaciones como “llevar un fuego extraño a Dios”. Esta actitud de “grandeza” fue central en todos sus errores y como futuros líderes judíos, Dios los hacía cumplir con estándares más estrictos. (Escuchado del Rabino Reuven Elbaz, basado en el Midrash)
La Muerte de los Hijos de Aarón
En ese momento, dos rayos de fuego bajaron del cielo y entraron en sus fosas nasales. Sus santas almas se fueron y sus cuerpos quedaron intactos. Moshé ordenó que los Levitas, sus primos, sacaran los cuerpos y la familia de Aarón continuó con las ofrendas de inauguración, a pesar de que ahora estaban de duelo.
En el día más importante de la vida de Aarón – ser inaugurado como Sumo Sacerdote de Israel – la muerte repentina de sus dos hijos fue un golpe duro. A pesar de eso, Aarón permaneció en silencio y aceptó el juicio de Dios.
Aarón reconoció esto como una expiación por su rol en el Becerro de Oro (a pesar de que su intención era ganar tiempo hasta que regresara Moshé).
Moshé confirmó la grandeza de los dos hijos de Aarón, dado que fueron elegidos como vehículo para la expiación. Moshé también dijo que Aarón hubiera perdido realmente a sus cuatro hijos, de no haber sido por el perdón parcial que Moshé logró con sus rezos.
Más adelante en la historia, cuando Moshé se da cuenta que sus instrucciones en relación a comer ciertos sacrificios no fueron cumplidas, Aarón explicó que él estaba totalmente consciente de los eventos ocurridos y que él había tomado la decisión basado en una distinción entre las ofrendas especiales de la inauguración y las regulares. Cuando Moshé escuchó esto, estuvo complacido. Esto demostraba que el silencio previo de Aarón no era porque se encontraba en un estado de shock sino que era una señal de sincera e incuestionable confianza en Dios.
Quiero matizar que la palabra hebrea que se utiliza para extraño es Tzur y que la palabra escrita en la Torá es Tzará.
Tzará se define con «lanzar de aquí para allá, dispersar, aventar, derramar, disipar, echar, esparcir.
Con esto parece ser que los hijos de Aarón esparcieron algo, o derramaron algo, sobre el fuego que habían preparado.
“Pero lo más impactante y que contrasta con lo dicho por los mentirosos del Talmud y del Midras, es lo que dice la Torá: Ellos dicen que dos rayos entraron por las fosas nasales y los dejaron intactos y sólo se fueron sus almas. La Torá utiliza la palabra Akal (carcomer, consumir, destruir, devorar, roer). Se han esforzado por todos los medios de justificarlos, hacerlos héroes y hasta expiadores santos de pecados ajenos y eso es mentira.
Leamos Levítico. 10:1: Un fuego profano.
«Esh» significa fuego en hebreo y tzará esparcir
«Por lo tanto el significado más acertado del texto es que Nadab y Abihú echaron algo en el fuego que no era lo mandado por el Eterno».
Poco podríamos saber si no fuera por el contexto religioso de aquella época.
Podemos encontrar que Hehu o Hehut eran los dioses del fuego en Egipto. Sabemos con más detalles que otros pueblos o naciones, como en Babilonia, se practicaba el culto a estos dioses tomados de los elementos «endiosados»: agua, fuego, tierra, aire.
En el libro apócrifo de «Sabiduría» encontramos una cita muy interesante.
Sabiduría 13:2 » En cambio, reconocieron como dioses
al fuego, al viento y a la suave brisa; a los mares, a los ríosy a las estrellas del cielo» (refiriéndose a los paganos)
Esta cita nos lleva a otra que sí está en el Tanaj, Job 31:26-27.
«Si al contemplar el Sol en su brillar, o a la Luna, marchando en su esplendor, mi corazón, en secreto seducido, con mi mano le envió un beso de mi boca, también sería iniquidad digna de castigo, por negar al Dío que está en lo alto. (Parece ser que esta acción era parte del rito pagano)
En la época en que nuestro pueblo salió de Egipto, ya estaba extendido el culto al fuego. En Babilonia el Mazdeísmo (culto a Ahuma Mazda) ya estaba extendido. Dentro de él se daba culto a un dios menor: Atar, dios del fuego. Ahura Mazda era el creador no creado, deidad suprema, del que el fuego y la luz, eran manifestaciones.
*Curiosamente es de esta religión de donde viene el concepto de «inclinación al bien o al mal» que actualmente encontramos en el judaísmo ortodoxo, así como la ausencia de cualquier ente maléfico (hasatán).
En el ritual del zoroastrismo (que aún existe, sobre todo en Irán e india) se encendía un fuego en un recipiente metálico, con forma de copa, donde se quemaba «efedra», una planta alucinógena con el objeto de provocar los éxtasis propios de estar bajo los efectos de las drogas.
Por tanto, tenemos muchas razones para deducir que aquel fuego profano (idolátrico), no era otra cosa que un ritual Mazdeista.
Por tanto, podemos intuir, y con razón, que lo que allí ocurrió fue el castigo por la introducción del sincretismo religioso en la palabra de Elohim. Sincretismo manifestado en la utilización de efectos alucinógenos para provocar «efectos» de trance y crear un canal de comunicación «sobrenatural con facilidad». Si lo reducimos a una sola expresión: «quisieron echarle una manita al Eterno»
Somos propensos a la ayuda. Sí, la ayuda es buena:
«al pobre, al huérfano, al necesitado, a la viuda, al herido, al ignorante, etc.»
La ayuda parte de una premisa: «hay otro que está necesitado y yo tengo unas condiciones más favorables que las suyas». Nos habla de misericordia, de bondad, de empatía. ¡Y eso es bueno, estupendo y fantástico!!
Pero la ayuda se puede convertir en pecado, si a quien le echamos una mano es al Eterno.
¿Por qué?, porque él es el Todopoderoso y solamente pensar en que él nos necesita ya es una blasfemia.
Algunos hombres, a lo largo de la historia, han querido echar una manita al Eterno:
A convertir judíos: con la persecución, la tortura y el asesinato.
A convertir a los incrédulos: con falsos milagros, con manipulación y emotividad. Con promesas falsas y doctrinas agradables.
A que el creyente crea de una manera más completa, exacta e indudable en «la religión verdadera».
¿Qué da por sentado, esta actitud?:
¡Que nos creemos más santos que el Eterno!
¡Que nos creemos más sabios que el Eterno!
¡Que tenemos una visión más perfecta y clara de las cosas que Él!
«Así es como echamos una manita al Eterno con cosas profanas»
Siempre la razón de esta actitud ha sido encauzar o dirigir las cosas por el camino que nosotros creemos más correcto o perfecto. Y eso es profanar la palabra del Eterno.
«Cuidado con los fuegos profanos que el hombre ha encendido a lo largo de los siglos y milenios, algunos siguen encendidos y millones no lo saben». Pues esos fuegos tomar formas de libros profanos, fiestas profanas, enseñanzas profanas, culto profano, canciones profanas, religión profana, de videos profanos o de actitudes profanas. Algunas de ellas, se han agarrado como si de una garrapata se tratase y no se desprenden con facilidad.
¡¡Cuidado con lo que desvirtúa y prostituye el mensaje, la esencia de la Torá dada en el Sinaí, de las amonestaciones de los neviim y de la obra del Mashiaj?!
¡¡Que seamos hallados escritos en el libro de la vida del Mashiaj!!
Rabino Mijael Sofer.