Shalom estimados,
La parashá de esta semana tiene un contenido imperecedero. No todo en la Torá tiene el mismo valor atemporal, ni el mismo vivencial. Ya nadie va a hacer sus necesidades con una vara, ni nadie va a un cohen cuando le sale una erupción cutánea. Hoy utilizamos el inodoro y pedimos cita al dermatólogo. Por tanto, algo básico que debemos aprender es que la Torá no es un libro de religión y que, además: hay un contenido eterno y otro temporal. Si no tenemos esto en cuenta o no lo sabemos, estaremos deformando la voluntad del Eterno.
Pero la parashá de esta semana (jueces/shofetim) es de esas que tiene contenido eterno y fundamental. Voy a meditar sobre los primeros versículos, del capítulo 16:18-22.
Lo primero que nos encontramos es con el mandato de tener jueces en nuestra vida. Hombres (o mujeres) que dicten justicia de una forma recta. 3500 años después, es indudable que hemos fallado. Desde el juez más erudito a nosotros mismos, cuando creemos que tenemos la verdad absoluta, nos equivocamos (en el mejor de los casos), pero también somos injustos, declarando maldad con nuestra boca, aunque no es la boca el problema, sino nuestro corazón rebelde y pecador.
Vivimos en un mundo injusto y nosotros contribuimos a que así sea, en muchas ocasiones. He visto a religiosos ser totalmente injustos, peor que muchos infieles. Y eso es debido a lo que recoge el verso 19: favoritismo, intereses, prevaricación, cohecho…
He visto “arrimar el ascua a su sardina” demasiadas veces. Dar la razón a alguien por su nacionalidad, su color de piel, su idioma o por su religión. Un judío (que de verdad lo es) no puede dejarse arrastrar a esta práctica detestable.
Dijo Moshé: Hijos sois de Adonay vuestro Elohim (14:1) eso nos impide comportarnos con paganos, idólatras o impíos. Un judío no puede ser injusto, porque el judío se caracteriza, o necesita caracterizarse, por su fidelidad al Eterno y su amor a la humanidad en general.
Y aunque estos 5 versos también hablan de imágenes de Asera o árboles idolátricos, la conclusión de esta porción es muy importante y tiene valor en multitud de ámbitos: No podemos hacer cosas que el Dío aborrece.
Ahora la pregunta en el aire es: ¿Hago algo que el Dío aborrece? Da igual cómo te defines o calificas. Da igual quienes eran tus antepasados. Lo importante es quien eres tú. Lo que eres depende de lo que haces, no de los que dices. Recuerda a todos los que salieron de Egipto porque eran descendientes de Israel, y el Eterno los aborreció por su rebeldía. Ellos se identificaban como levitas, pero el Dío los vio peor que a paganos ignorantes. No lo olvides.
Si te defines como judío, demuéstralo con tu forma de vivir, con las prioridades en tu vida. No te jactes, eso lleva al pecado y el pecado a ser desechado por el Dío.
Shalom.
Rab. Mijael Sofer PhD.