parashá, judaismo, vaieshev

Shalom estimados:

En la porción de esta semana cambiamos de personaje principal. Esta semana toma el protagonismo un hijo de Yacob: José entra en escena.

Son ya muchos años compartiendo reflexiones de la Torá, del Tanaj y del resto de escrituras que para mí son trascendentes y fundamentales. Pero estos tiempos convulsos, llenos de momentos terribles, hacen que determinados pasajes “hablen” de un modo diferente.

Quiero reflexionar sobre unos versículos de manera especial, no porque no haya encontrado otros importantes. Todo lo contrario. Suenan como el sonido estruendoso de un shofar, textos como  los recogidos en el capítulo 39:2, 3, 21, 23. “Elohim estaba con él”. Quizás nos pueda costar entender cómo es posible que el Eterno estuviera siempre con él, con José, y le pasasen todas esas desgracias.

Quizás sería más apropiado preguntarnos, ¿cómo es que José cumplía al 100%, con los planes del Eterno, y yo no lo percibo?

José era un hombre de esos que ya no se prodigan, un raro espécimen de hombre integro para Adonay y para sus semejantes. Quizás no lo veamos porque estamos demasiado acostumbrados a religiosos mediocres, mentirosos y demasiado deslumbrados por el poder y el dinero.

José pasó de ser un esclavo desnudo, a ser responsable de la casa de un alto funcionario de Egipto. Ya hemos visto muchas veces, en el mundo que nos ha tocado vivir, cómo el inútil se cree fundamental para la sociedad. El necio se percibe como sabio. El impío se identifica con la santidad. Y el mentiroso aparenta ser un hombre de virtud.

Sorprende en esta porción cómo José se resiste a una mujer insistente, desinhibida y lasciva. Cómo no sucumbe a sus presiones sexuales, y todo esto por una razón.

No lo es por su aborrecimiento de la belleza femenina, o por sus inclinaciones a  otro tipo de relaciones.

Lo hace por principios, por fidelidad a su señor, lo hace porque no puede despreciar los valores que para él son su identidad. Por eso el Eterno siempre estaba con él, a pesar de las diversas circunstancias.

La verdad es que uno se cansa de ver personas sin valores. Personas que se consideran religiosas o verdaderos creyentes, que afirman haber tenido un cambio en su vida, y su palabra vale bien poco.

No se dan cuenta que la palabra es fundamental en la Escritura. Tan fundamental que afirma categóricamente, que el Eterno creó con su palabra.

¿Creamos con nuestras palabras, o destruimos? Creamos confianza, valores y amistades o destruimos lo que debería ser un referente, lo que podía ser y no será.

José construyó, sí, con su forma de ser construyó nuestro futuro. Un eslabón fundamental de nuestra vida como Israel.

En mis oraciones, ruego al Eterno por personas íntegras y temerosas que formen parte de nuestra Kehilá. En el fondo le ruego por hombres y mujeres como José.

Shalom.

Rab. Mijael Sofer PhD.