Shalom estimados:

La parashá de esta semana nos enseña unas pautas de conducta muy  importantes.

Pautas sobre algo tan importante como la forma en que nos relacionamos con otros, con nuestro prójimo.

Pero también con algo tan importante como la valoración propia, el autoexamen y el auto juicio.

El juicio es algo muy fácil de realizar. Es tan fácil de hacer que no se necesita el más mínimo conocimiento, ni siquiera de lo que está hablando. Lo vemos fácilmente con la actual situación de Israel y Hamás. Todo el mundo tiene la opinión correcta. Y es así porque se alimentan de los medios de prensa de la desinformación. Pero ¿Quién sabe lo que está pasando en Nigeria? ¿Quién se preocupa de las miles de niñas?

No lo sabemos porque las redes sociales y los medios de comunicación han decidido que no tiene interés. En el fondo somos unos ignorantes manipulados. Ciertamente emitir un juicio es muy fácil y barato.

También es muy fácil causar daño o realizar una maldad. En un instante un delincuente causa una herida, que tardará en curar semanas. O somos víctimas de una injusticia o una agresión emocional, cuyas cicatrices nos acompañan toda la vida. Esta parashá nos habla de ello, del daño y el trauma causado a José por sus hermanos.

Durante años le acompañó, el daño fue un fiel compañero en las noches que pasó preso. Pero también en los años de esclavitud. Podía haber guardado rencor a sus hermanos. Un odio fundado en hechos veraces y objetivos.

Pero no fue así.

Supo tener la capacidad de perdonar. Su amor pudo secar la amargura desde sus raíces. Porque el odio, la venganza, el resentimiento, la amargura y el juicio sin misericordia, sólo se pueden curar desde el amor.

Y digo curar porque es una enfermedad del alma. Es una enfermedad que no sufre el ofensor, o el malvado, sino la víctima de la injusticia, que no sabe perdonar.

Por eso no debemos sufrir, además del agravio, la enfermedad del alma.

Si perdonamos, los beneficiados seremos nosotros, nuestra mente.

José fue un fiel administrador, no sólo de los bienes del faraón, sino también de las emociones. No sólo fue un hombre íntegro con sus semejantes, también que lo fue con el Eterno. Por eso podía decir que era “temeroso de Elohim”, por eso se restauró a sí mismo amando a sus hermanos.

 

Aprendamos de su ejemplo y no olvidemos que si José fue un hombre de paz y de justicia, mayor lo es el mesías. Recuerda que la Torá lo denomina “Shiloh”. Aprendamos esto y no lo olvidemos jamás.

 

Shalom

 Rab. Mijael Sofer PhD.

Rab. Mijael Sofer PhD.