
Shalom estimados
La parashá de esta semana, comienza con una historia muy significativa. Debemos leer con detenimiento para poder percibir toda su riqueza. Vamos a estudiar varios aspectos de este pasaje, para que podamos recibir la enseñanza de El Eterno de forma clara.
28:10 Y salió Jacob de Bersheba y fue a Jarán.
Tenemos que entender el contexto, en el cual se encontraba nuestro patriarca Jacob.
Él estaba en camino de salir de lo que sería la tierra de Israel. Su destino final era la casa de Labán, su tío, donde según su madre, encontraría la que sería su esposa.
Pero, antes de salir de viaje, llegó la noche, y se dispuso a descansar. Y fue ahí, donde tuvo su primer encuentro personal con El Eterno.
Hasta ahí Jacob había sido un miembro más, de una familia que conocía al Eterno. Es fácil suponer que, en su casa y en su familia, se hablara mucho del Eterno. Jacob, era nieto de Abraham e hijo de Isaac, con ese «abolengo», se supone que su estatura espiritual sería bien alta.
Pero, si miramos lo que pasó con el sueño que relata este pasaje, nos damos cuenta, que Jacob era un «religioso» más. El medio en el cual él se movía, era de lo más sano, espiritualmente hablando. Pero, cuando él sale de su entorno, es cuando realmente su creencia deja de ser una creencia familiar, para comenzar a ser una creencia personal. Y el Eterno se encarga de que eso sea así.
Hasta este momento, podríamos decir que Jacob había conocido al Eterno «de oídas». Pero después de lo que vivió y quedó recogido en este pasaje, su vida nunca volvería a ser la misma. Esa experiencia personal, le cambiaría la perspectiva del Eterno.
Porque es algo bien diferente, saber que el Eterno existe, que Él nos protege, y nos sustenta, y otra cosa muy distinta saber que Él es tan real como lo es nuestro padre terrenal.
Es posible que hayamos creído en el Elohim que nos han dicho que existe. Que seamos parte de una comunidad religiosa, que le canta al Eterno. Que seamos parte de una comunidad religiosa, que estudia la Palabra del Eterno. Pero otra cosa es tener una vida impactada por el Eterno.
28:12 Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Elohim subían y bajaban por ella.
28:13 Y vio que Adonay estaba sobre ella, y que le dijo: Yo soy el Eterno, el Elohim de tu padre Avraham y el Elohim de Isaac.
En esos momentos, es cuando el Elohim familiar, se personaliza. Cuando Jacob se da cuenta que el Eterno lo trata como parte de su plan.
La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia.
28:14 Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia.
28:15 Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a traer a este lugar. No te dejaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.
28:16 Despertó Jacob de su sueño y dijo: Ciertamente el Eterno está en este lugar y yo no lo sabía.
¡No lo sabía!
Jacob había oído del Eterno, a través de su abuelo, y de su padre. Eso para él, parece ser que eran sólo historias.
Es muy posible que cuando su padre le contara lo que pasó cuando Abraham, recibió la orden de sacrificarlo, le pareciese que era un poco exagerado o una leyenda.
Ahora, a través de este sueño, corroboraba que todo había sido realidad.
De ahí en adelante, su vida cambiaría. Tendría que ser responsable, y consecuente con El Elohim que acababa de conocer. Y eso, no le daba alegría. La reacción de Jacob lo dice todo:
28:17 Y asustado dijo: ¡Qué terrible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Elohim y la puerta del cielo!
¡Lo primero que hizo, fue hacer un altar para El Eterno! Un altar, en el cual sellar su compromiso con El Eterno.
28:18 Levantándose Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella.
28:19 Y llamó a aquel lugar Bet-El, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz.
De ahí en adelante Jacob iniciará también un nuevo camino de vida.
De ahí en adelante, comenzaría a confiar en El Eterno.
28:20 Jacob hizo un voto, diciendo: Si Elohim me asiste y me guarda en este camino que recorro, y me da pan que comer y ropa con que vestirme,
28:21 y vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Eterno será mi Elohim.
Necesitamos tener en nuestra vida ese encuentro dramático y conmovedor. Ese encuentro que transformará nuestras vidas de una vez para siempre. Hemos sido bendecidos en muchas ocasiones, por las bendiciones colaterales que otros recibían. Ahora debemos buscar nosotros y en nuestra vida, esas bendiciones de forma personal.
Y esto sólo se consigue viviendo de tal manera que Elohim sea nuestro Rey y Señor, el gobernante de nuestras vidas.
¡Que el Eterno nos bendiga y nuestra vida refleje la realidad de ese encuentro con el Eterno, con su Palabra, con su voluntad!
Berajot
R Mijael Sofer PhD