parashá, judaismo, vayetze

Shalom estimados:

La parashá de esta semana nos habla de muchos aspectos, pero esta vez quiero meditar en uno que nos enseña a valorar las distintas formas que tiene el Eterno de mostrar su bendición. En esta oportunidad, quiero hablar sobre el viaje de Yacob, su petición al Eterno y sobre todo, la manifestación de esa bendición que recibe.

Yacob inicia un camino en su vida, casi sin nada. No fue con una caravana de siervos. No fue con una tienda térmica para pasar la noche. No fue con armas poderosas para protegerse en el camino. No llevó vestidos, ni joyas, ni plata para sus familiares. No tenía agua abundante para protegerse de la deshidratación, ni comida energética para sobrevivir al hambre. Su almohada fue una piedra. 

Un viaje duro y peligroso de11 días y casi 1000 kilómetros. De lo único que estaba bien equipado era de años: 77.

Cuando tiene aquel sueño, la noche del primer día de caminata, demanda todo lo que le falta: 

  • Protección
  • Comida,
  • Seguridad, etc. 

 Adonay le bendice confirmando su palabra dada a Abraham e Isaac. Esto fue lo que el Eterno le habló: Busquemos en el libro de Bereshit cap. 28:20-22.

¿Qué es lo que recibió? No fue lo que él esperaba. 

Recibió algo contrario a su petición: Opresión e injusticia, de aquel que debería ser su protector y su benefactor (recordemos que su madre le manda a la casa de su hermano).

La Historia se repite muchas veces ¿verdad?.  Los que son de tu sangre son los que más daño te hacen. No es nuevo.
Pero también 20 años de dura servidumbre. Su situación no fue placentera y cómoda. ¿Os habéis dado cuenta de lo poco que conseguimos, en muchas ocasiones, con tanto esfuerzo? Yacob fue engañado, se sacrificó por su suegro (que era su tio), por sus esposas, por sus hijos. Pagó de su bolsillo los contratiempos de su trabajo, aunque deberían ser la responsabilidad del dueño del ganado. Sufrió amenazas de robo y muerte. Cuando se va, lo hace sin comunicarlo por miedo a su suegro.

Quizás no lo percibamos bien: 31:40-43. Labán era una persona despreciable. No cumplía ni como padre, ni como abuelo, ni como jefe. No conocía lo que era tener palabra. La justicia era algo desconocido para él. 

Pero no podemos dejar que la adversidad nuble nuestros ojos.

La opresión fue cambiada en bendición. Cuanta mayor era su adversidad, más le bendecía en Eterno.
Cuando Adonay decide bendecirnos, nadie puede contra esa bendición. No lo dudes, lo que vivió fue su formación: fue su graduación como varón conforme a los propósitos de Adonay.
No busquemos la bendición fácil. Para Yacob, en mil ocasiones la bendición del Eterno fue hambre, frio, calor, sudor, injusticia, opresión, y el resultado de todo lo sufrido fuimos nosotros, sus descendientes. 

La adversidad es necesaria para que se produzca el cambio que nos hace ser útiles al Eterno.
No dejemos de rogar que Él nos bendiga, aunque no sepamos cómo lo hará.

 

Berajot

R Mijael Sofer PhD