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Shalom. estimados

Ya se termina el ciclo anual de lectura de la Torá. Dos mensajes deberían deslumbrar en nuestra comprensión. Un principio básico que deberían saber todas las personas que se acercan a leer la Tora, es: ¿Qué es lo principal y qué lo  secundario? Con este principio en mente, nos encontramos que antes de iniciar Moshé su bendición, nos hace una reseña fundamental. No es el pueblo de Israel lo principal para Moshé. No, no lo es y nunca debería serlo en nuestras mentes y corazón. Quizás a alguno le duela lo que estoy afirmando, pero es evidente: la Shemá nos señala de forma “cristalina” cuál debe ser el centro de nuestro amor. No es Israel, es el Eterno. Y la única forma de demostrar ese amor es obedeciendo su palabra. Por eso hay una referencia clara al Eterno y su Torá antes de la bendición:

Adonay vino de Sinay, y desde Seir les resplandeció, resplandeció desde el monte de Parán, avanza entre diez millares de santos, “con una Torá de fuego en su diestra para ellos” (verso 2).

Y esta referencia es anterior a la bendición. No hay mayor bendición del Eterno que su Torá. No hay mayor regalo recibido del Eterno que su Torá. Y no hay mayor pecado que el desprecio que Israel ha hecho de la Torá del Eterno. Este es el mensaje recidivante de Moshé para las generaciones futuras, y aún así, vemos que Israel no hizo caso.

No deberíamos centrarnos en lo buenos que somos y cómo Moshé nos bendijo. No debemos caer en el error de los necios: mirar hacia otro lado cuando la realidad nos es desagradable.

Lo segundo debería ser: si queremos hacer una referencia a Moshé, seamos objetivos con él, por amor a todo lo que hizo por nosotros y cómo se lo pagamos: por nuestra culpa no entró en la Tierra de Israel.

Son cientos de comentaristas, los que nos hablarán en estos días de lo grande que era Moshé. Qué tragedia que haya sido después de muerto, porque mientras estuvo entre nosotros, le hicimos la vida muy difícil.

Afortunadamente, el Dío sabe de su fidelidad. Pero también de nuestra rebeldía como pueblo, y de ésa tampoco se olvida.

Berajot.

R. Mijael Sofer PhD