El judaísmo que se identifica con Yeshúa y le reconoce como Mesías, es proselitista desde sus orígenes. La única corriente que no podía ser proselitista eran los saduceos, por su origen tribal. Hacer discípulos, requiere de un proceso de conversión. Todas las religiones o corrientes religiosas entienden y practican este principio.

¿Vale una conversión de una corriente, en otra diferente? La respuesta es obvia: no.

¿Por qué? 

Si hablamos de corrientes humanas, cada una tiene su interpretación y normas. Si hablamos de la conversión que nosotros argumentamos, es “Conversión al Eterno”.

La conversión al Eterno (Hechos 15:19), requiere de un alejamiento inexcusable de doctrinas y prácticas ajenas o contrarias a la Torá. Más aun, si hicimos una conversión a una religión basada en la enseñanza de que la “Torá ha sido derogada”, nuestra conversión, jamás puede entenderse al Eterno. La conversión al Eterno requiere una aceptación completa y vivencial de su Torá. Entendiendo que sólo es una y que no existe tal cosa como la “Torá oral”

Este curso es un curso de conversión, porque moldearemos nuestras creencias y nuestra forma de vida. Y lo haremos según lo que el Eterno nos manda y Yeshúa nos enseñó de forma clara.

Por último, hacer énfasis en que la conversión en una determinada corriente del judaísmo, es sólo valida en esa corriente. Detallando que la conversión de la que se ha hablado en todo este documento, es la conversión al Judaísmo Mesiánico de la Comunidad Shema Sefarad, es decir, aquella corriente del judaísmo que reconoce que el mesías de Israel, el que fue profetizado por todos los neviim, era Yeshúa, y según la enseñanza de esta Kehilá.

Shalom!

Rab. Mijael Sofer PhD.